miércoles, 3 de noviembre de 2010

París en México y la movilización mediatizada o no





A una hora de Puerto Vallarta, en el estado de Jalisco, está un pueblito llamado Tuito. Pueden tomarse autobuses desde Puerto Vallarta que lo llevan a uno directamente a esta cabeza municipal, cuyos portales de teja son ya un vestigio del estilo de la región.
En el centro del jardín principal un gran árbol preside el pasar de la gente y la cobija del sol. En Puerto Vallarta el miope desarrollo urbanístico y arquitectónico se ha dado a la tarea de derribar árboles, las famosas parotas cuya casi mágica madera resiste el incendio entre otros. También se ha dado a la tarea de plantar palmas traídas sepa de dónde y que no proporcionan como los árboles originario la refrescante sombra ni co
ntienen con sus raíces el agua, ni anidan a las aves, las orquídeas, ni a los insectos y tipos de vida propios de estas latitudes. Las orquídeas se pueden ver a simple vista en los troncos de esas verdes majestades. Vallarta va que vuela para convertirse en el ruinoso Acapulco: pésimamente urbanizado, deteriorado el tejido social de sus habitantes a fuerza de expoliar una sola vía de negocio (no de sustentabilidad, no de gobierno), y una sola idea de turismo, la del turismo que de
ja pingües ganancias a los hoteleros de inmediato y que despoja a los habitantes del puerto de dignidad para vivir no sólo en presente sino a futuro.

Como en Cancún, en Vallarta las banquetas, bulevares, servicios y dignidad humanas florecen en la zona turística, cuyo medioambiente de aire acondicionado, spas, centros comerciales,
marina, villas, condominios y demás los prohija al amparo de multimillonarias inversiones. Se sabe que se ha dejado la zona turística porque como en la Ciudad de México, la falta de banquetas decentes y el asfalto que recuerda a una zona de guerra traen a la mente y al cuerpo de quienes usan el transporte público o tienen la desgracia de pilotar su propia nave la sensación de estar en el medio de una tormenta. Como es usual, son los peatones quienes peor pagan todo en estos enclaves de nuevas y prometedoras inversiones, sobre todo si los gobernantes dan la espalda a sus gobernados y trabajan para sus patrocinadores.

El peatón camina en el arroyo, literalmente esquiva los autos, carencia de puentes peatonales, las rayas de cebra no se conocen (salvo en la zona turística y no son cebras, cebras, pero están claramente marcados), hay parabuses pero son insuficientes y dada la arbofobia de que sufren los urbanistas y arquitectos de la ciudad pues la gente de Vallarta ya ni tienen adónde arrimarse a coger frescura y aire. Pero eso, evidentemente, no les importa, así como en la Ciudad de México los arquitectos de los espantosos departamentos de la Nápoles, la Narvarte, la del Valle y otras colonias insisten en usar un tipo de cactácea como decoración, decoración que más rápido muere que la insistencia en seguir plantándolas rodeadas de piedras: en pleno valle donde hay necesariamente otras plantitas que, irónicamente, crecen a pocos centímetros de donde muere la pobre y verde decoración. En la ciudad de León, Guanajuato, sufren del mismo mal los urbanistas y arquitectos, su locus amoenus es de muros blancos, con el verde del pasto y de unas palmas que supongo quieren semejar los estilos mediterráneos de las casas y condominios italianos y de la costa de esa región. Se trata de ser otros a como dé lugar.

Pues en medio de esta barbarie mental, mi anfitriona en Vallarta me convidó al pueblito del Tuito, para llegar ahí, hubo que manejar 40 minutos una carretera federal, en buenas condiciones, plagada de curvas que la experta conductora conoce. En estas regiones el auto, la camioneta alta y de tracción en las cuatro llantas puede ser cuestión de vida o muerte para quienes se transportan por el estado o por la ciudad inundada.

"Ahora con las lluvias --dice Marce-- estuvo cerrada esta carretera federal, se cayó el puente que une a Nayarit con Jalisco y no había manera de salir de Vallarta, salvo por avión; los hoteleros rentaron botes para que sus trabajadores llegaran". Lo dice y me recuerda las narraciones de mis padres, él de Coyuca de Benítez, Guerrero, y ella de Tapachula, Chiapas: "Cuando se crecía el río o caía una tromba nos trepábamos a un árbol y veíamos pasar chozas, vacas, puercos, gallinas, ramales, veíamos pasar comida y gente sin poder hacer nada, hasta que se bajaban las aguas", tranquila afirmación de cualquiera de los dos que recordaba con nombre y genealogía a alguno perdido en una creciente sin fecha pero con testimonio. Así, Marce, se contraria cuando me dice que su vecino detesta un árbol que ella protege a todo trance: "Que hace mucha basura", lo dice con sorna. "Este año hay muchos mosquitos de esos de 'bolita', quizá es que hubo pocos sapos, siempre con las lluvias salen y aunque a mí me dan cosita y se les ocurre ponerse en mi puerta de donde tengo que espantarlos, pues hacen su función", y Marce no es botánica, ni zoóloga, ni ambientalista, no, es diseñadora, enseña en la licenciatura de diseño que también coordina en el Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara --la misma a quien el gobernador del estado se niega a dar los fondos que la federación asignó a la institución educativa--.

Al Tuito fue Marce porque el director de la Casa de Cultura del Tuito, el dr. Ayotl, desea someter un proyecto cultural sobre la mexicanidad para obtener una beca, y los alumnos de diseño realizarán el proyecto como una práctica: tomaron fotos, pulirán la información, harán un catálogo, hicieron video, diseñarán folletos informativos, etc., ahí en el Tuito conocimos el Hotel el jardín del Tuito, que dirigen Lorena y su esposo, un par de franceses provenientes de París, ella es diseñadora y decidió cambiar de vida. "En México es fácil crear, porque es una cultura muy creativa, está llena de expresiones artísticas, de colores". Lorena y su esposo remodelaron una casa y ahora cuenta con tres suites deliciosas por su decorado y ambiente, la casa-hotel-jardín cuenta con una recepción y lobby generosos y comunitarios, uno pasa de la cocina al bar y del bar a la sala de estar y al showroom donde se expone la ropa diseñada por ellos mismos, junto con una mesa espléndida en herrería y vidrio, decorada y que se antoja envolver y llevar. Lorena y su esposo hicieron un mapa turístico del Tuito pueblo fundado en el siglo XVI y que no tiene información para los que llegan; su folleto incluye información sobre los jardines botánicos y sobre una playa cercana. Prefieren los huéspedes mexicanos porque "son gente de mucho respeto". Lorena se ríe cuando le pregunto si piensa regresar a París, dice que de visita a ver a su familia, como turista, pero está muy feliz en el Tuito. Su casa cuenta con un jardín variado, amoroso y cuidado, con una piscina, estacionamiento, terraza y cocineta: "No tenemos restaurante, porque no queremos quitar el trabajo a los demás, aquí hay muchos lugares donde la gente puede comer bien, así que pueden traer su comida y calentar aquí". Lorena dice que quiere ayudar, por eso cuentan con una estación meteorológica que registra la lluvia en el municipio, según ella el río se ha desplazado desde hace cien años y ahora se está secando. A diferencia de muchos extranjeros y muchos de ellos franceses que he conocido, el agua no le ha caído mal, ni la comida, ni nada, lo que parece que no tolera es la contaminación urbana, la falta de respecto, Lorena nos instruyó mucho: el pueblo tiene 3500 habitantes de los cuales 10 tiene más de cien años, para ella algo hay en esa longevidad; sobre las propiedades de la madera cinacacao de la cual está hecha una de sus escaleras: cuando los españoles llegaron, se percataron de que la madera era a un tiempo flexible y dura; la madera gustó a la reina española y a decir de Lorena cuando vas a Madrid, en los palacios las puertas y muebles están hechos de la misma madera, la madera salía de Tehuamixtle a 40 kms de Tuito, una población famosa ahora por su playa, tranquila y agradable. Lorena nos alecciona sobre el follaje azul del cinacacao sobre el hecho de que muere sin desplomarse y alcanza los 300 años de edad. Los jóvenes estudiantes que escuchan se sorprenden del conocimiento científico que sobre la región despliega la "extranjera". Ella diseña, no sin consultar a los lugareños, preguntar, investigar, quiere ayudar, como ya he mencionado y no hay manera de que la ayuda sea real si no se practica con humildad y solidaridad. Me despedí, no sin antes preguntar si aceptaba tarjeta de crédito, y me compré uno de sus vestidos, la boa rosa que venía con él, ya era demasiado para mi propio sentido de la moda...

Pero el Tuito no sólo guarda este otro jardín-hotel-casa, en la propiedad que renta el Dr. Ayotl, se cocina el proyecto de talleres sobre la mexicáyotl, y uno de sus ayudantes es Roberto Adame Barriga, oriundo de Páztcuaro, Michoacán, y dentista de profesión. Él dice que ya se jubiló, Roberto, "a ojo de buen cubero" no tiene más de 40 años para mí, la profesión ya no lo llenaba espiritualmente, así que la dejó y decidió migrar a Vallarta y de ahí al Tuito con el dr. Ayotl, porque le interesaba el arte y se halló un camino, el suyo. Roberto dice que está feliz y que aunque no sabe si regresará a la "dentisteada" sí sabe que por ahora está bien en Tuito.

1 comentario:

Amit dijo...

Se lee muy bien todo,tanto la atinada crítica que hace como la otra parte no tan amarga de su viaje. Espero verla un día con la colorida ropa que adquirió en Tuito, me dieron ganas de ir antes que la desmedida urbanización también llegue ahí.