lunes, 10 de mayo de 2010

Pauperización profesional y desempleo

Hace cuestión de una semana, estuvimos conversando con un amigo, el tema fue el desempleo. Este tema no tiene límites claros y su amplitud permite abordar los problemas sobre las organizaciones obreras, sobre las políticas del Estado respecto de la materia laboral, la legislación de un Estado que propende a pauperizar a su población con la vocación cínica del que no gobierna, ni administra sino que se enriquece empobreciendo a quienes se puede y olvidándose de los pobres.
El asunto del desempleo así visto por mí tiene que ver con la pauperización como proceso en el que se despoja a las personas no sólo en términos financieros de las posibilidades de comodidad, para mí el despojo es mucho más profundo y amplio. Ya es tremendo pensar que los padres de algunos de nosotros, que ahora rondan la sesentena de años, pudieron emigrar del campo a la ciudad y con el producto de su trabajo sostener familia, vacaciones, educación, salud, adquisición de bienes o negocios; pudieron y lo hicieron sin mucha o sin ninguna educación formal universitaria o técnica, mientras que algunos de nosotros, hijos de esos padres, con cuatro o cinco veces mayor preparación formal no llegaremos a obtener ni siquiera la mitad de esa vida que vivimos. No se trata de dar lecciones del por qué o cómo sucedió esa pauperización, se trata ahora ya aquí de qué hemos hecho con ese colapso y de cómo vivimos nuestro propio proceso de despojo, ahí es donde me parece hay que indagar. No sólo podremos estar frustrados o encabronados como los personajes de The Fight Club, no, sino que parece que perpetuamos la pauperización como medio de subsistencia. Ahora queremos lo mismo o mucho más sin hacer nada, lo queremos ya y no queremos que nos pidan cuentas de cómo logramos obtener, sí, se trata de obtener en términos de ganancias.
Nosotros, los hijos de esos padres, vivimos la pauperización de las empresas que, como nos contaba este amigo, te hacen entrevistas de dos días, casi 8 horas de entrevista, en la que desean hacerte pruebas diversas, donde aplicas tus conocimientos a problemas vigente y reales de la empresa, pa pronto, "Haznos este plano, calcula estos costos, proyecto tal asunto", trabajo disfrazado de entrevista; trabajo disfrazado de "becaría", de "servicio social", trabajo que se trata con desprecio, la talacha mentada, pero que es por desgracia y porque así es, fundamental. Aunque se quiera "alguien" debe medir, pesar, hacer las cuentas, dibujar, buscar proveedores en un proyecto de arquitectura; alguien debe saber español al punto de conocer la gramática, la sintaxis, las reglas de puntuación, el estilo, para revisar documentos cuyo rostro al mundo son esas pendejaditas, esas minucias, o como solía decir un director de reconocido Festival Cultural de la ciudad de México: "Eso nomás es poner puntos y comas". Y aquí es donde viene el asunto de cómo estamos viviendo esta pauperización profesional, porque la trabajadora doméstica lo mismo que el albañil o el artesano han ido construyendo formas para resistir ese despojamiento, estrategias que van desde el "Uh, no señito, eso le va a salir más caro", hasta "No, me hace daño lavar sin guantes, señito, soy propensa a la artritis, pero si usté me compra los guantes yo le lavo todo lo que quiera", "Es que los viernes está retedifícil", "Es que ya subieron los materiales desde aquella vez que me preguntó que cuánto", "Mejor págueme en efectivo, porque yo no sé cambiar cheques", etc., y sólo enuncio las verbales. Me parece que esas prácticas entrañan no sólo resistencia, sino en ocasiones hasta lucha franca para sobrevivir en una sociedad que los mira con desprecio o que los ignora sistemáticamente. Pero, los profesionales egresados de universidades no poseen esta sabiduría, no, somos capaces de hacer becarías, servicios sociales, ayudantías, trabajos por efectos curriculares (qué bonito se lee, el léxico y su semántica son inversamente proporcionales a la explotación que desean ocultar), no durante 3 meses, sino durante años.
El asunto es que quienes promueven y hacen uso de estos mecanismos son otros profesionales: conscientes de lo que se requiere (medir, pesar, proyectar, saber), conscientes de que quien posee esos conocimientos es otro profesional, conscientes de que ese saber es imprescindible para llevar a cabo las tareas necesarias, es decir, están conscientes de que eso que piden y exigen, ahora hasta en las entrevistas, es trabajo y que eso debe pagarse como tal, pero prefieren empobrecer no sólo los tabuladores, sino empobrecer la profesión misma. La novia de nuestro amigo nos narró que en un anuncio se requería una arquitecta entre 25 y 30 años, excelente presentación, buen cutis (¿válgameeeeee?!), y que tuviera disposición para persuadir al cliente..., casi nos quedamos sin palabras, casi, es decir, que ahora se trata de que una profesionista venda lo que desde la época de los hombres de piedra ha sido valorado por los hombres de piedra: el cuerpo, no digo la belleza física, porque sería decir mucho de los hombres de piedra actuales, digo, el cuerpo, la carne. Entonces, se dijo, mejor que alquilen a unas acompañantes y no arquitectas que han invertido años en su preparación y no precisamente física; yo apuntaba que el problema de las acompañantes era el costo, su profesión no se ha pauperizado como las demás, una acompañante que trabaje en esos servicios se ha ganado de muchas maneras no llamarse prostituta ni teibolera, y seguro cobra por hora lo que una arquitecta cobra por semana (espero).
Ahora bien, ya es grave que se quiera escamotear el trabajo, y más grave me parece es que los profesionales dadas estas prácticas dejan ver claramente que los fundamentos éticos de las profesiones no sólo han hecho agua, sino que no se les extraña, es más, parece imbécil aludir a ellos para el caso de los médicos o de los abogados por mencionar profesiones liberales por antonomasia; lo mismo se puede decir del caso de los profesores. De las profesiones queda el estilo de vida prometido, la respetabilidad prometida, el ocio que aguarda al final o en el medio de la carrera profesional... Creo que va siendo hora de imitar a los gremios sabios que defienden su dignidad laboral como pueden y han podido, se dice en broma "toda consulta causa honorarios", sólo en broma.
Otra forma de pauperización profesional es contratar a un arquitecto para hacer diseño, albañilería, urbanística y arte objeto, todo en uno, ya muchos sabemos las variantes de una frase como: "Ya que estás haciendo camotes, por qué no de una vez los embalas", esto de querer ahorrarse dos o tres contrataciones más, al fin que por contigüidad la gimnasia y la magnesia se intercambian. Ante estos fenómenos ha surgido también un tipo de sujeto social que si tiene la pasantía de dentista pues qué tanto es tantito que ejerza como "médico general" y luego que hasta monte consultorio, dé asesorías ginecológicas o lo que se le venga a la cabeza. Se han visto y padecido casos, los más jóvenes ahora cada vez más propensos a "inflar" el curriculum: a una charla se le llama conferencia, a una conferencia, seminario; a responder una pregunta, asesoría; a dar cursos sin paga, "contratación por efectos curriculares". Las palabras, los nombres, la manera en la que vamos objetivando la cultura, en la que vamos haciendo cultura.
Repensar el trabajo, el empleo, las palabras con que nombramos a esas jornadas de 14 horas en Walmart, esas 14 horas de becaría o de ayudantía, repensarlas hace relevante lo escrito y dicho en el ámbito de las luchas sociales y movimientos obreros de los siglos XIX y XX, ¿qué es el trabajo?, ¿para qué se trabaja?, ¿qué es la riqueza?, ¿para qué la generamos? Y más aún a la luz de las reformas legislativas que se pretenden llevar a cabo en materia laboral en nuestro país.

Reflexión de Arnaldo Córdova

6 comentarios:

Armando dijo...

Me preocupa que este análisis (casi, "reflexión de voz a teclado", mejor) es unidimensional. En las relaciones de trabajo existen ya muchos ejes. El social, por supuesto uno de ellos, pero los ejes económicos, personales/psicológicos (realización personal) y neosociológicos (nuevas tecnologías, niveles educativos, espacios públicos, social media) pesan tanto como el mero tema de organización social. El sindicato (y su visión) es una anacronía de cuando el trabajador no sabía leer ni escribir. No digo que el trato actual sea "de igual a igual" pero en gran parte del sector "servicios" (50% del PIB en México) la competencia del trabajador le puede dar suficiente poder como para negociar bien con el patrón. Y sin intermediarios, porque la figura sindical, por supuesto, puede degenerar con facilidad en un intermediario necesariamente parcial y con intereses y "agenda" propios. En fin, una visión con crítica interesante por posición, pero reduccionista y anacrónica.

Unknown dijo...

Me resulta interesante oponer a mi supuesta visión reduccionista otra visión unidimensional e igualmente reduccionista de las relaciones entre trabajadores y patrones. En mi reflexión no menciono los sindicatos, tú sí, no sé por qué los traes a colación porque mi reflexión gira en torno a los profesionales en general y no a los agrupados en sindicatos, ¿por qué hablar de los sindicatos cuando no fueron mencionados?, ahora que aprovechando la provocación pues me parece que pensar en que los trabajadores tienen poder frente a un ejercicio del derecho como el que vivimos en México pues es más que ingenuo (habría que mencionar a los maestros de la CNTE, a los mineros de Pasta de Conchos); por otra parte creer que el sindicato es una organización anacrónica porque los obreros ahora saben leer y escribir es desconocer los orígenes de los sindicatos y conocer sólo el charrismo sindical que describes; los sindicatos son justamente lo opuesto: organizaciones donde los trabajadores estudian, reflexionan, aprenden, prosperan, no son sólo instituciones de "defensa", sino como su nombre lo indica "organizan", nosotros en México ahora contamos con puro charrismo (salvo los casos que no se conocen como la CNTE) y eso es cierto, pero desapareciendo los sindicatos no aparece la solución, porque si yo puedo pensar en la mejoría de las organizaciones obreras y puedo equivocarme, pensar que el patrón (llámese quien sea) va a tratar como igual al obrero o trabajador, es igual de idealista, de hecho la historia prueba (y no muy vieja) que los patrones o empresas son insaciables: por ejemplo las maquiladoras, por ejemplo WalMart. Y si hubiera relaciones 50/50 pues habría muchísimo más frilanceo en nuestro país, sería posible tratar de iguales con el empresariado, no porque ambos estén en igualdad de circunstancias sino porque hay un tercero que no aparece en tu reflexión: el marco del derecho laboral, y ese tercer jugador sería el Estado, en nuestro caso la dudosamente eficaz Secretaría del Trabajo.
Con todo, mi reflexión a voz en teclado no trata sobre los empresarios y los obreros, sobre los sindicatos, sino sobre la cultura del trabajo en que se desenvuelve el profesional actualmente, donde "qué tanto es tantito" es la regla. Creer en la negociación aséptica es desconocer la naturaleza desigual de las relaciones laborales, y considerar que todos los trabajores que leen y escriben, luego entonces pueden entrar en el ejercicio de sus derechos es tener una muy bella imagen de los trabajadores mexicanos incluidos los del sector servicios. Ahora cuando mencionas la competencia del trabajador como su fuente de poder, pienso en la (in)competencia de Genaro García Luna, como si no hubiera mejores candidatos; en la competencia del Perro Bermúdez frente a Jose Ramón Fernández, éste último reconocido como uno de los mejores comentaristas y críticos de deportes, le guste a uno o no, el hombre es capaz (y yo no gusto del futbol). Pruebas de que no se elige siempre al "mejor" o más apto para desempeñar cualquier puesto sea en el Estado, sea en la iniciativa privada es pan de todos los días.

Anónimo dijo...

A mi me parece que es puro rollo. Ademaas, el buen juez por su casa empieza y si partimos de "Yo soy mejor que los otros" pues estamos jodidos. La realidad y la vida pertenecen al mas cabrón y en algun momento de nuestra vida somos mas cabrones, aunque seamos menos capaces. que otros.
Una forma de abuso en el mundo profesional también, es por ejemplo, la ejecutiva que se quiere ligar al yuppy o la profesora que se calzonea a los alumnos más jovenes. Y no digo profesores en masculino porque eso por consabido se caya.
Fabrizio

Kin dijo...

Válgame el cielo, que pleitos estos de veras. Me parece muy interesante el punto de lo que llamo promesas incumplidas del estatus profesional. Es claro que a mí generación le tocarán fenomenos económicos de macromasas que cruzan todos los aspectos de su vida. La imposibilidad de obtener aquello que se presumía consecuencia del estudio, dígase propiedades, autos, servicios médicos y bienestar social en general, hace que este no luzca esperanzador ni constructivo si no es por amor a la profesión misma. Por otro lado la licenciatura, ídolo de la movilidad social en la clase media, se ha transformado en requisito mínimo para aspirar a la posibilidad de obtener esas promesas. Es innegable el papel de la lógica empresarial voraz en el mermamiento de lo profesional. Mmmm no sé, no me sorprendería que ante el obscuro panorama laboral que se nos presenta muchos jóvenes busquen formas alternativas de ganarse la vida aunque estás impliquen romper cualquier norma ética o de civilidad.

Unknown dijo...

Ese era mi asunto Kin, lo que llamas promesas incumplidas: ¿quién hizo la promesa a quién?, ¿cuándo? Lo cierto es que el estudio no es garantía de ascenso social, lo cierto es que no es sólo ascenso social lo que se viene buscando sino "estilo de vida", y esto se reduce a objetos, posesiones materiales, ostentación de las mismas, porque ¿qué caso tiene --para los que tienen o quieren tener-- poseer millones si no se pueden mostrar? No ocultemos esta materialidad deseada, no digamos que deseamos el "trabajo" cuando es menos el trabajo lo que vemos como vía de realización que el prestigio y los beneficios financieros; no digamos que el más apto, cuando la verdad es que nos guiamos y somos guiados por amiguismos, no digamos que hay fair play, porque alguien podría creer que no sólo somos ingenuos sino algo muy diferente.

Armando dijo...

Mariana, tienes razón, leí el artículo de la Jornada que pusiste al final y me dejé llevar más por lo que ahí leí que por tu entrada en sí misma, que en efecto y después de una segunda lectura más atenta, no habla de sindicatos.

Con lo que sí me quedo de mi anterior opinión es con la anacronía en términos de falta de perspectiva histórica con el tema de "Pauperización profesional" (muy distinto del desempleo). Los estudiosos liberales de las economías capitalistas han logrado distinguir los serios problemas sistémicos de sus economías relativos a las diferencias generacionales y construyendo teorías mucho más sólidas con datos a más largo plazo (comparando economías, sociedades y periodos históricos equivalentes). Es decir, el síntoma de la pauperización profesional no es otra cosa sino la lógica involución de nuestro capitalismo de quinta (el mexicano) donde nada es como debería (ni la izquierda ni la derecha) y donde Andrés Bustamante y Jose Ramón están sub empleados y "Equis" (sustitúyelo por el comediantillo de Televisa que menos salpullido te cause) y Bermúdez tengan trabajo mejor pagado.

Dejo de desvariar y apunto lo que quizá desde el principio quise decir: comparto la observación del síntoma pero creo que el mal, la causa raíz, es mucho más amplio que el modelo actual que gobierna México y tiene mucho que ver con lo que somos como sociedad, lo que hemos sido desde la Colonia como sociedad.

Una disculpa también por la rudeza, que debió ser de otra forma porque la entrada me causó en efecto admiración (no así el artículo enlazado al final)