La "desaparición" del Jefe Ciego --eufemismo de secuestro y eufemismo de Diego Fernández de Cevallos, respectivamente-- ha tenido ocupado el ingenio en twitter y en las redes sociales; de misas en Acapulco, rezos y hartos golpes de pecho panista --¿golpes de culpa?-- a autocensura, a chistes y finalmente la indignación e indiferencia, serie de movimientos del alma practicados cada vez más por nuestra sociedad. Hay quien se sorprende o manifiesta su magnanimidad frente alas opiniones de quienes exhhiben su deseo violento, vengativo o sanguinario de que DFC aparezca como muchos otros secuestrados... o no lo haga, como muchos secuestrados. Y es que en una sociedad donde la justicia social ha sido postergada desde hace..., curiosamente doscientos años (más si no atendemos a las conmemoraciones), no hay un marco moral para exigirle a esta sociedad que se eleve por encima de sus propias miserias y pida de manera consensuada el bienestar para quien ha tenido el bienestar que ha negado a millones. Así que mientras unos se regodean en la (aparente) desgracia de la familia o del propio secuestrado, otros elaboran teorías acerca de adonde nos conducirá este suceso.
Personalmente me llamó la atención la rapidez con que FCH se apresuró a mencionar lo que sucede en México con lo que sucedió en la Colombia de hace algunos años, sobre todo porque hasta hace una semana en México no sucedía nada en términos de descomposición social, todo era una natural guerra con el crimen organizado, prácticamente los más de veinte mil muertos confesados/asumidos eran algo natural, y hace años FCH declaraba contra lo afirmado en Forbes por el Chapo que él podía transitar por todo el territorio, que México estaba gobernado por el Estado y no por el narco ni el crimen organizado que viene con él. Parece que en nuestro país el gobierno y la realidad social cada vez tiene menos timing: para el grupo Bimbo y los oligarcas que protegieron a Marcial Maciel todo era un rumor y ataque de los medios contra la Iglesia; para el gobernador de Jalisco la píldora del día siguiente en caso de violación debe prohibirse porque lo que interesa es el probable cigoto por encima de la vida que ya existe, traumatizada, destrozada a manos de un criminal, no queda claro que lo que se discute no es derecho a la vida (cuestión que no es discutible), sino el derecho a decidir de las mujeres, ese derecho que debiera ser inalienable pero que, junto con otros --que también debieran ser inalienables-- no son sistemáticamente negados o pisoteados, regresamos cada vez más siglos en este sentido; lo que era un resfriado se hizo pulmonía, lo que era un secuestro (de Paulette) se transformó en probable homicidio que terminó en accidente, mediando la inepcia; y lo que era una rueda de prensa terminó en ridículo si era posible hacer más el ridículo, claro y luego están los niños asesinados en retén que no era retén, niños que no eran niños sino civiles en un fuego cruzado, como estudiantes, como trabajadores que salieron a lonchear y perecieron bajo las balas de un soldado, pero la realidad se niega a entender que todo es un problema de percepción, ni el aceite ha subido estratosféricamente, ni el desempleo (subempleo, pauperización profesional, etc.) son la realidad. No, entiéndase, la realidad algún día alcanzará el timing mental del gobierno.
Aquí artículo del New York Times para quienes creen que cuando la crítica se esgrime desde allá sí es crítica, y para quienes nomás gustamos de contrastar, pos helo aquí, citado por Hernández.
http://nyti.ms/9dJPf0
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