A continuación transcribo una nota de la revista El Mañana, sobre el encuentro que sostuvimos el pasado miércoles 23 en la Casa del Poeta, aquí va para todos quienes nos acompañamos en Tomás Segovia mientras un vendaval rugía sobre nuestra ciudad de México... La nota se titula "Sólo se deja amar", publicada el 25 de enero
El clima no impide a Tomás Segovia brindar una charla a media luz para sus seguidores
El escritor se definió a sí mismo como un enamorado de la vida, y correspondido por ella.
MÉXICO.- La luz se fue, el ventarrón empujó las ventanas y las sirenas de las patrullas sobresaltaron una y otra vez, pero adentro de la Casa del Poeta en la colonia Roma, la cadencia poética de Tomás Segovia parecía conjurar la estridencia de la Ciudad la noche del miércoles, tras las ráfagas de aire que alcanzaron 50 kilómetros por hora.
"Parezco el santo niño iluminado", dijo el escritor cuando le pasaron una lámpara para que arrancara la lectura de su obra en el bar Las Hormigas del recinto, repleto de jóvenes que al principio tímidamente, y después más resueltos, le interrogaron sobre sus predilecciones y posiciones vitales, así como sus ritos al escribir.
También traductor y ensayista, galardonado con los Premios Octavio Paz y Juan Rulfo, Tomás Segovia (Valencia, 1927) suplicó a los presentes que hablaran "clarito", porque "estoy sordo", y respondió a todas las peticiones en una sesión que se prolongó casi tres horas.
Bromista, dicharachero, dispuesto a la anécdota, confesó, por ejemplo, que demoró años en escribir poemas de amor. "Me parecía que eso era claudicar, era como hacer versitos para que mis tías me aplaudieran.
Tardé mucho. Poco a poco fui dándome cuenta de que el amor y el erotismo eran mis temas". El oficio de escribir versos, como cualquier otro, subrayó, se aprende con el cuerpo.
"Los oficios se aprenden con la carne. Uno aprende a hacer versos como aprende a nadar, o a montar bicicleta: sin manual, sin pasar un examen y sin hacer una tesis".
Segovia, quien acostumbra escribir en cafeterías "en medio de una cortina de ruido", admitió que lee por placer y desordenadamente y tampoco, dijo, se ocupa demasiado de la poesía escrita por los jóvenes.
"Son maneras de ser. A estas alturas de mi vida puedo juzgarme porque puedo perdonarme. Y juzgo que he sido demasiado improvisador, me he confiado en el talento y he trabajado poco.
Leo muy mal, desordenadamente, brincándome de un libro a otro, soy incapaz de tener una biblioteca bien hecha, ordenada, no compro libros, o poquísimos, generalmente leo libros en bibliotecas o prestados, e incluso, a veces los devuelvo".
Nunca y menos ahora le ha importado la competencia, afirmó, pues le produce una especie de "lastima". "He visto a mi alrededor a poetas, pintores, músicos, dramaturgos, todo el tiempo agobiados por la competencia, por ser más modernos que el otro.
Así no se puede. ¡Qué perdida de energía! Cuando hago un poema no me pregunto si será moderno u original. Sería como declararse a una mujer y preguntarle ¿he sido bastante moderno en mi declaración? Y no digamos todo lo que puedo hacer en la cama, nunca me he preguntado si eso es moderno o no", añadió cuando la luz regresó al bar.
La vejez, ponderó el poeta de 80 años, tiene muchas ventajas, entre ellas que apacigua la polémica con uno mismo. Pero no debe confundirse con el engreimiento.
"Uno se puede perdonar sin ser por eso egocéntrico y autocomplaciente", advirtió. Su vínculo con la vida, complementó, es como una relación de amantes. "Soy un enamorado de la vida, pero ella también es una enamorada de mi.
Esa imagen aparece mucho en mi poesía y me parece que tiene que ver con la educación del yo. Es difícil educar al yo para que aprenda que lo importante no es amar, sino ser amado.
Uno tiene mucho que perdonarse, pero hay una persona que te perdona que seas tú, y te ama. "Esa metáfora la he usado igualmente con la vida: lo importante no es que yo la ame —muchos la aman, o la aman mal, o la odian—, es ella la que me ama, y yo no tengo más que dejarme amar".
(Agencia Reforma)
3 comentarios:
Gracias al maestro Segovia por una lección de cómo se deben conjugar la poesía y la vida, sin caer en artepurismos vacíos o poco éticos, ni en seudovitalismos romanticoides; por dejarnos saborear sus versos (medidos) de la boca que nacieron.
Gracias a ti por aventarte al ruedo y regalarnos una noche oscura en la calle, pero luminosa en el espíritu.
La foto, por cierto, es una belleza.
Un gran abrazo.
Se ve que estuvo bien chido el espectáculo. Chido, esa es la palabra. Poesía y todo a media luz utaaaaa!!!!!qué chido!!!!!
Pedro Castañeda
fue una tarde mágica, es verdad... había ahí algo más que los vientos huracanados, había un aprendizaje...
quedó muy bien organizado, hasta la luz a medias salió perfecta!!
beijos.
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